Lo has intentado, pero ahí te has quedado. Tener la intención está bien, pero hacerlo está mejor. Te comparto 10 sugerencias. Vamos:

1. Díselo, habla con Dios, reclama, ¡interactúa con Quien la ha inspirado!

Si te cuesta, si no tienes ganas, si te da pereza… lo que sea que te pase, díselo. Sé sincero, habla con Dios y cuéntale, tal cual, lo que te ocurre [no se va a escandalizar, al contrario, te estaba esperando…]. Sin darte cuenta estarás orando, conversando con Dios. Su presencia en la lectura, e incluso en las dificultades previas que tengas, es esencial.

La Biblia es [casi seguro] el único libro que puedes leer en compañía de su inspirador e impulsor. Aprovecha su total disponibilidad para ti. Reclámale que te ayude, que ponga el deseo de leer en tu mente y las ganas en tu corazón. Pídele que te acompañe y te otorgue entendimiento. Confía en que Él hará su parte, y haz tú la tuya.

2. Busca un espacio y momento especial, apartado. El resto de cosas, ponlas en modo avión.

Cualquier lugar y tiempo son buenos para leer la Biblia, pero reservar un momento especial en el día y tener tu rinconcito de lectura son esenciales para propiciar un encuentro íntimo, planeado, de calidad. Ponlo en tu agenda diaria. Puede ser antes de acostarte, sentado en tu cama; o después de comer, en tu escritorio bajo la ventana; o al despertar, en la mesa de la cocina antes de comerte una tostada; o…

Pero sea como sea, asegúrate de que nada ni nadie va a romper ese momento. El resto de dispositivos o posibles distracciones, ponlas en modo avión; que ninguna notificación interrumpa tu encuentro con la Palabra.   

Por cierto, no pongas la típica y barata excusa de “es que no tengo tiempo”, porque sabes que lo tienes. ¡Cuánto rato perdemos enredados en tonterías!

3. ¡Biblia en papel!

Cualquier soporte y formato es válido, pero al leer la Biblia desde un dispositivo móvil corres más riesgo de verte asaltado por avisos, vibraciones, comentarios, etcétera.

En el móvil tienes “todo”, y justamente lo que necesitamos en ese espacio y momento es deshacernos de “todo” para encontrarnos a solas con Dios.

Tener la Biblia en formato físico también ayuda a considerar ese libro de manera especial, independiente, separado. Es una pertenencia diferente del resto, no es otra app más. De alguna forma así mantiene su marco individual, su autonomía, su continente propio.

Leer la Biblia en papel te exigirá buscar dónde está cada libro, y aunque esto parezca más incómodo, es bueno para tu memoria y para saber qué y dónde estás leyendo. Esto también te permitirá subrayar la Biblia, asignar colores por tipos de mensajes, hacer tus anotaciones, sennntirrr el papel… En definitiva, entrar en contacto más directo y personal con el texto.

4. Sé constante, aunque leas despacio.

No quieras correr. Las prisas son malas consejeras. A veces leemos unos cuantos versículos rápido y nos quejamos: “no me he enterado de nada”. Lee con calma, captura los detalles, sumérgete en lo que se narra; toma un capítulo al día, una historia, parábola o sección. No por leer más te vas a enterar de más. Exprime cada frase. Es mejor poco pero comprendido que mucho sin saber ni por dónde te ha dado el aire.

Como en el deporte, una de las claves es la constancia. Aunque te cueste hacer flexiones el primer día, sigue haciéndolas el segundo. No desistas. No te rindas. Aunque empieces pocos abdominales, el día siguiente sigue, sigue y sigue. Verás, sin darte cuenta, que la perseverancia produce resultados.

5. Usa diferentes versiones y compara. Utiliza otros libros de apoyo para entender el texto y su contexto.

Existen diferentes versiones de la Biblia, pero no hay ninguna que sea una traducción perfecta. El lenguaje evoluciona y se usan expresiones diferentes en cada rincón del planeta. Todas las versiones tienen sus pros y sus contras [algunas más que otras], pero no existe “La Versión Definitiva”; lo que hay son versiones convenientes para el momento y el uso que le queramos dar. Si estás comenzando a leer la Biblia, utiliza una versión más dinámica para que el lenguaje te resulte más fluido y comprensible. Pero no te conformes; si no entiendes un texto en una versión, búscalo en otras versiones y compara. Si quieres profundizar en profecía u otros estilos literarios, utiliza versiones más formales, ajustadas al texto “original”.

También puedes utilizar comentarios bíblicos para apoyarte y entender mejor el contexto en el que fue escrito o su tipo de literatura. Y si aún así no te queda claro, no te quedes con la duda: consulta a otra persona y buscad juntos la respuesta.

6. Comienza por los evangelios o las cartas de Juan.

Quizás el libro de Deuteronomio no sea el mejor punto de partida… No serías el primero que ha comenzado un año Bíblico y al llegar a Levítico se ha quedado ahí. El evangelio de Marcos es conciso y potente. Juan escribe como un “enamorado” [lo estaba] y hace muy real su experiencia con Dios. Tiene tres cartas breves casi al final de la Biblia [quizás acabar un libro pronto te anime a continuar leyendo otros más extensos, ¡pruébalo!]. Los Salmos son canciones, poesía, encuentro personal… Tienes muchas buenas opciones para elegir por dónde comenzar a leer.

7. Lee con un amigo/a, haced un plan de lectura y motivaros el uno al otro.

¿Y si le comentas a un amigo/a que vas a leer el libro de…? ¿Y si lo leéis juntos? De esta forma podéis animaros, definir vuestro plan de lectura, preguntaros por dónde vais, qué os ha parecido lo que habéis leído, qué no habéis entendido, etc. Forma tu grupo de lectura bíblica. Envíale un mensajito de recordatorio: “Eh, brother/sister, ¿has leído hoy? ¡Vamos!”.

8. Usa una libreta para apuntar ideas, qué te ha dicho el texto, cómo lo puedes aplicar.

La Biblia tiene un propósito práctico, realista y activo para ti. No dejes el texto en el texto, ¡sácalo para que impacte tu vida! Anota las reflexiones que te suscita la lectura, tus dudas, lo que significa y cómo puedes aplicarlo en tu día a día.

9. ¡Eres heredero, formas parte de su Testamento!

Esta sugerencia para leer la Biblia es más intelectual que práctica, pero cuando la asimiles puede convertirse en una razón sumamente motivadora. Me explico:

Si te invito a leer el testamento de mi tío-tatarabuelo probablemente no te entren muchas ganas: ¿para qué?, ¿qué tiene que ver ese buen hombre conmigo? [¡y con razón!].

Leer un testamento con todas sus cláusulas, disposiciones legales, comentarios, referencias, decisiones, etcétera, puede resultar lo más aburrido del mundo; pero todo cambia cuando sabes que el autor del testamento es un familiar directo que te ama con locura y del que tomas parte en su herencia.

Si te invito a leer el testamento de esa persona, no tengo duda de que querrás hacerlo porque esperas que tu nombre esté escrito y se te diga qué parte de la herencia te toca.

Piénsalo así [porque así es]: la Biblia es el testamento de Dios para ti, y en ella te cuenta cómo puedes heredar sus promesas.

Ambos testamentos, tanto el Antiguo como el Nuevo, forman en realidad un solo mensaje. En él encontramos poesía, partes legales, canciones, conocimiento natural, historias de diferentes tiempos y culturas, literatura sapiencial, registros familiares, profecía, cartas personales, revelaciones… Y lo que tienen en común es que señalan a un Plan que nos lleva hasta una herencia incomparable, extraordinaria, eterna; y que podemos comenzar a disfrutar desde ya…

10. Apártate de tanta hiper-estimulación artificial: rehabilita el paladar

Una de las posibles razones por las que te cueste ingerir el texto bíblico es porque tu paladar se ha vuelto incapaz de saborearlo, te parece insípido, has perdido el gusto… Y es que nuestro contexto nos envía constantemente alimentos, mensajes y palabras precocinadas, refinadas, adictivas, industriales, edulcoradas y ultra-procesadas. Fíjate cómo son las cosas que hoy en día la comida sana y real ha perdido su sabor en comparación a otros alimentos fabricados. Esto crea una confusión en nuestro sistema y está machacando nuestros receptores gustativos. Si consumimos ese tipo de comida con frecuencia, es difícil que consigamos recuperar nuestro paladar original. Por eso, aparta de tu boca tanta hiper-estimulación artificial.

Busca más paz, menos ruido. Elige alimentos que sean verdaderamente nutritivos en tu vida. Rehabilita tu paladar, aunque lleve tiempo y exija tomar decisiones. El esfuerzo merecerá la pena.

Ojalá entiendas, como dijo Jesús, que «no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4:4).

Ojalá tu experiencia sea como la de Jeremías: «Al encontrarme con tus palabras, yo las devoraba; ellas eran mi gozo y la alegría de mi corazón» (15:16).

Ojalá, finalmente, puedas decir con el salmista: «¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca. De tus mandamientos he adquirido inteligencia; por tanto, he aborrecido todo camino de mentira» (Salmos 119:103-104).

Brother and Sister.

Gozo y Paz.