De verdad. Cuando era pequeño no era el “chivato” de la clase, pero esta mañana no me he podido contener en el Mercadona…

Pasaba por la zona de los lácteos cuando un esbelto joven y una mujer de unos cuarenta años se han detenido en el área de charcutería envasada. Ambos han cogido varios productos y he podido ver cómo se las apañaban para guardárselos (no en el carro…). En ese momento la mujer se ha dirigido a mí y me ha espetado:

-¡Tú, eh, qué miras! ¿Pasa algo? ¡Eh!

-Tranquila, busco queso –le he dicho (“busco queso…”, bien Samu bien).

La mujer ha seguido “compartiendo” expresiones poco gratas sobre mi y cuando ha llegado otra chica se han ido.

He seguido mi camino y he avisado al frutero (se llama Elías, muy majo, siempre hace rimas para venderte la fruta) de lo que había pasado. Cuando los han encontrado estaban saliendo por la puerta…

Cuatro lecciones:

1) No vayas a robar al Mercadona cuando yo esté comprando. Tampoco me amenaces, no me gusta.

2) Puestos a robar, elige algo un poco más sano. Si hubiesen hurtado manzanas o salchichón vegetal, igual me hubiese callado… Todo sea por la reforma pro-salud 😉

3) El ladrón no se mimetiza en la charcutería por muy chorizo que sea. Al contrario, sólo sirve para identificarlo mejor.

4) Una MALA noticia y una BUENA:

La MALA es que todos somos un poco ladrones. Hay muchas formas de robar. Quizás no lo hacemos de forma explícita pero según qué miradas, palabras y actitudes tengamos, podemos robar ánimo, aliento y vida. No quiero darte un argumento melodramático, pero si echo la vista atrás en la semana puedo identificar al menos tres momentos en los que podía dar, pero he quitado…

La BUENA noticia es que un día Jesús quiso cenar en la casa de un ladrón. Se llamaba Zaqueo y era corrupto. Los murmuradores decían: “ha ido a hospedarse con un pecador”. Sin embargo, Jesús no murmura sino que “viene a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19). Finalmente el ladrón devuelve lo robado x4. Otro ladrón, crucificado junto a Jesús, reconoce su delito y reconoce a su Salvador (Lucas 23).

La Biblia está llena de torpes. Y los torpes le gustan a Jesús. Para eso vino. Por eso quiero que me acompañe cada día. Porque “allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20). Al final, según Jesús, sí que hay Pan para tanto chorizo.