Cuando miras el terreno no siempre es evidente distinguir un palo seco de una raíz viva. ¡Y mira que son diferentes! ¡Compara la utilidad de ambos!

Los palos secos nos pueden servir para jugar o entretenernos, pero no para transmitir vida.
Las raíces, sin embargo, son extraordinarias. Me asombra su humildad, siempre “detrás del telón”: crecen en sentido contrario al tallo, a lo visible, a lo frondoso, a lo viral, a lo estético, a la moda…, pero son esenciales, fundamentales e imprescindibles. No se ven, no tienen protagonismo (ni lo quieren), “tan solo” nutren al resto del árbol, cumplen su función, su llamado.

En la vida y las relaciones nos encontramos con el mismo problema: a veces no es fácil diferenciar entre un “palo seco” y una “raíz”. A simple vista se pueden confundir.

Por eso es importante que miremos con profundidad, con tiempo y con todo lo que somos (no solo con los ojos). No hay que quedarse en la superficie, hay que escarbar y excavar para encontrar la verdad de las cosas y de las personas. El tiempo y la voluntad evidencian al palo seco y lo distinguen de la raíz. Ten paciencia y sigue adelante.

Hoy se nos acostumbra y educa a mirar rápido. A apreciar lo visible. A adorar lo llamativo.
Dios nos propone todo lo contrario.

No te preocupes por tu frondosidad o visibilidad (¡aunque… bienaventurado/a si lo tienes, como resultado, y estás bien enraizado!). Da igual el número de followers o me gustas que tienes, ese no es tu fundamento, no es tu búsqueda. El palo seco un día fue frondoso, pero ya no lo es más. Insisto, ese no es tu llamado.

Si sientes que te juzgan, que te confunden (como les puede pasar a las raíces y a los palos)…; olvídate, no prestes atención a eso, no te sientas menos importante, no te dejes engañar, no se te va a evaluar por eso, no te compares (Juan 21:22).

Preocúpate por conectarte a la raíz, y por ser raíz de vida para otros. El resto, vendrá por añadidura.

Gozo y paz.

“Permaneced en mí, y yo permaneceré en vosotros…” (Juan 15:4); “…su obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto. El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada uno” (1 Corintios 3:13).