Mientras viajaba esta noche en avión me he vuelto a dar cuenta de que todo (o casi todo) es cuestión de perspectiva.
“Desde arriba” se ve todo muy pequeño. Insignificante. Parece sin importancia. Me preguntaba si Dios, que nos ve “desde arriba”, también nos mira así. Pequeños. Insignificantes. ¿Por qué iba a preocuparse por lo que me pase a mi, que soy aún más diminuto que toda una ciudad? Luego he recordado que Dios no nos mira “desde arriba”, ni desde ninguna nube con trono rojo incorporado, sino que Él ha irrumpido en la historia, en nuestra ciudad, y que nos ha mirado “cara a cara”. Ni se ha perdido, ni se pierde, ninguno de nuestros pequeños problemas. O sufrimientos. O insignificantes preocupaciones. Dios no nos mira “desde arriba” sino desde “nuestro lado”.
Quizás somos nosotros los que, a veces, nos creemos que estamos en una nube y se nos nubla la perspectiva… Habrá que bajar, ¿no?, y mirar a los demás, y a Dios, “cara a cara”.
“Yo habito en un lugar santo y sublime, pero también con el contrito y humilde de espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y alentar el corazón de los quebrantados.” –Isaías 57:15