Voy al lío.
El otro día no podía creer que unos tertulianos y periodistas pusieran a parir un libro de Biología usado en cursos de la ESO de algunas Comunidades Autónomas porque señalaba, entre otras cosas, estas tres estrategias para no contraer enfermedades de transmisión sexual (ETS): abstinencia (retrasar el inicio de las relaciones sexuales), fidelidad (evitar el cambio de parejas como factor que facilita su transmisión) y el uso del preservativo o métodos barrera (aunque, comentaba el libro, no sea un método 100% eficaz).
Decían: “se sale fuera del rigor científico” (¿¡¿?!?), “nos parece una barbaridad”, “son planteamientos de otra época”, “hay que quemar esos libros”… ¡¡Sí!! ¡¡A la hoguera con esos consejos!!
Pero, ¿qué quieren? ¿que recomienden la promiscuidad como estrategia? ¿que promuevan los videoclips de Becky G como clases de educación sexual? ¿o mejor memorizar las letras de Maluma y otros perreos como ejercicios prácticos? Me asusta que las ideas de abstenerte de relaciones sexuales por decisión propia u optar por la fidelidad se vean aquí como el problema… ¿De verdad no pueden ser ni siquiera una opción respetable?
-Mamá, ¿qué me recomiendas para no emborracharme?
-Hijo, aunque te resulte una obviedad, lo más seguro es que no tomes alcohol.
-¡Pero mamá! ¿Cómo se te ocurre? ¡Eres una retrógrada y rancia opresora!
En breve veremos demandas contra el refranero español por expresiones como: “en boca cerrada no entran moscas”, por intransigentes.
No. La abstinencia o la fidelidad no están de moda ni se las espera. Parece que se pretenda igualar al sexo como necesidad del mismo nivel que respirar o alimentarse. La pornocultura y la hipersexualización de cada aspecto de la vida son el nuevo dictado que hay que copiar sin rechistar.
Pero no. No me da la gana.
Gozo y Paz,
“¡Graba mi nombre en tu corazón! ¡Graba mi imagen en tu brazo! ¡Tan fuerte es el amor como la muerte! ¡Tan cierta es la pasión como la tumba! ¡El fuego del amor es una llama que Dios mismo ha encendido! ¡No hay mares que puedan apagarlo, ni ríos que puedan extinguirlo! Si alguien se atreviera a ofrecer todas sus riquezas a cambio del amor, no recibiría más que desprecio” –Salomón, en Cantares 8:6-7.
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