A veces queremos que Dios sea como nosotros queremos que sea. Es curioso, a Dios no le dejamos ser Dios. Le moldeamos según nuestro parecer, nuestra imaginación, nuestros sentimientos…
Quizás porque nos asusta.
O no nos gusta.
O no nos encaja: “–Si Dios no es así, entonces… –No podría creer en un Ser que…”. ¿Te das cuenta? Hacemos de Dios un muñeco de trapo. Algo controlable. Un producto a mi medida. Una energía universal que ni fu ni fa. Un coach personal. Poco más.
No es lo que yo creo sobre Dios lo que le hace Dios. Dios “es” independientemente de lo que yo piense que Él es. Aunque nos guste fliparnos, Dios no depende de mí; ¡como si lo que pensáramos o sintiésemos acerca de Él fuese el termómetro de la verdad sobre Dios! Tampoco va a dejar de existir porque no crea en Él. Ni va a dejar de ser Quien es porque yo opine que es otra cosa.
Menudo lío, ¿eh?
Probablemente la mayoría de ideas e imágenes que tenemos sobre Dios están equivocadas (vale, quizás no todas, pero reconoce que al menos unas cuantas sí); incluso si te consideras una persona religiosa o espiritual. De hecho, Jesús pasó la mayor parte de su tiempo ayudando a las “personas religiosas” a ver que mucho de lo que pensaban acerca de Dios no era correcto o había sido malinterpretado: “–Oísteis que fue dicho, pero yo os digo…; –El reino de Dios es como…; –Y la gente se asombraba de su enseñanza…; –Ay de vosotros, maestros de la ley…; –¿Tanto tiempo llevo ya entre vosotros, y todavía no sabes quién soy?”.
Una posible manera de saber si estás creyendo en un Dios que es, en realidad, tu propia proyección, es comprobar si Él está de acuerdo contigo en todo. Si es así, entonces quizás tengas una pista de que tu Dios se parece más a ti que tú a Él.
No traigo respuestas (demasiadas veces creemos que las tenemos todas). Mejor si, por lo menos de vez en cuando, le dejamos a Dios que nos sorprenda. Que nos hable en el silencio. Que nos susurre en la tormenta. Que se revele desde su misterio. Que sea Él.
Gozo y Paz,
“Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo. A este lo designó heredero de todo, y por medio de él hizo el universo. El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es, y el que sostiene todas las cosas con su palabra poderosa” –Hebreos 1:1-3.