A veces nuestra carretera de la vida se convierte en un auténtico camino de cabras…

Seguro que te ha pasado. O te está ocurriendo. Curvas, desfiladeros y piedras.

Y la causa suele encontrarse en hechos inesperados. Imprevistos. Insospechados. Pequeños y grandes. Ligeros y graves. Quizás una llamada de teléfono repentina o un cambio de planes. Una enfermedad rara o un familiar que súbitamente…

Sea como fuere, pasamos de la certeza a la incertidumbre. Y puede ocurrir en un solo instante (en ocasiones un solo momento es demasiado tiempo…).

Entonces, ¿qué hacemos?

Si tu carretera se ha convertido en un camino de cabras, quizás haya que aprender a caminar como las cabras…

Al principio costará. Y al rato nos cansaremos. Y como el camino es escabroso y los pies (o las patas) cansados van… no va a ser nada fácil. Pero hay que seguir.

–Seguidme –dijo una vez Un Pastor. Mi Pastor. Tu Pastor.

Porque no estás sólo en la senda. Hay quien vela. Hasta cuando lo pierdes de vista, sigue ahí. Probablemente tus caminos de cabras pasen desapercibidos para la mayoría del mundo, pero no para Dios.

Podrás tropezar, pero no caerás, porque el Señor te sostiene de la mano. -Salmo 37:24