El otro día me encontré con un caracol (el de la foto). Mi hizo pensar…
El bicho (con todo cariño) estaba cruzando una senda de un lado a otro. A su ritmo, claro; todavía le quedaba un rato para llegar al verde pasto. Cuando lo vi, él iba por la mitad del ancho del camino. Camino áspero y pedregoso. Y pensé:
Lo voy a coger y le acerco a su destino. Una ayudita y le ahorro cinco minutos para avanzar un metro (quizás en su “reloj vital”, comparado con el de los humanos, cinco minutos supongan ¡meses!)…
Un pequeño gesto para un hombre, pero un gran salto para un caracol.
Después reflexioné: ¿con cuántos caracoles nos encontramos cada día? Y por caracoles me refiero a todas esas personas que, en cierto momento y bajo ciertas circunstancias, por lo que sea, caminan lento. Necesitan ayuda. Su viaje es duro. Pero un pequeño gesto que para ti no supone esfuerzo, para ellas es un gran salto.
Te invito a que vivas atento a los caracoles que te encuentras en tu camino. Te necesitan. Tu mano. Tu sonrisa. Tu abrazo. Tu atención. Tus palabras. Tus consejos…
Si fuese caracol, me gustaría recibir una ayudita. Si algún día ves que camino lento, no dudes en regalarme un gran salto.