Me inquietan tres asuntos acerca de nuestra experiencia cristiana:

Primero, de qué manera la tecnología está [de]formando nuestra práctica espiritual.

Segundo, cómo esto [y otras cosas] afecta a nuestra forma de vivir el Sábado.

Tercero, tres actitudes que pueden manifestarse en nuestra relación con Dios y la iglesia.

Antes:

Tenía un amigo en la universidad al que [cariñosamente] llamábamos “el nubarrón” porque siempre nos contaba sus penas, lo mal que le iba todo, lo gris que era su vida… No quiero ser cenizo. ¡Al contrario! Aunque a veces te parezca que “activo las nubes grises” es porque quiero que veamos el arcoíris de la promesa (Génesis 9:13-16).

Dicho esto, creo que necesitamos cuestionar nuestra realidad, llamar a las cosas por su nombre y luego tratar de avanzar hacia ese cielo despejado. Si no pensamos, repensamos y nos movemos, corremos el peligro de convertir nuestra experiencia cristiana en un simulacro. En un pudo ser y no fue. En un teatro donde se representa una vida cristiana que no se vive más allá del séptimo día de la semana. Esto nos degrada y nos desgasta, y entonces nos abocamos al desastre espiritual (Apocalipsis 3:16).

Al lío:

1. Tecnología. Cómo está [de]formando nuestra experiencia cristiana

Si te pregunto cuántas veces miras el móvil al día seguramente me dirás un número más bajo del real. ¡Es que ni nos damos cuenta!

  • Un 92% de españoles tiene un smartphone. Somos, con Singapur, la primera potencia mundial en penetración de estos dispositivos.
  • De media, dedicamos diariamente 5 horas a mirar nuestros teléfonos.
  • Los españoles consultamos el móvil más de 150 veces al día[1] [a ver si aguantas leyendo este artículo hasta el final sin ir a alguna red social…]. WhatsApp, redes, notificaciones, juegos, plataformas de contenidos audiovisuales…
  • Netflix está gastando este año más de 8.000 millones de dólares para conseguir tu atención.
  • Amazon ha invertido una cifra parecida (en 2017 gastó 4.500 millones).
  • Apple tiene un presupuesto en contenidos que supera los 1.000 millones.

La cuarta revolución industrial es tecnológica. Las cuatro compañías más grandes en capitalización bursátil son Google, Facebook, Amazon y Apple. Las aplicaciones de tus marcas y compañías te quieren. Se nutren de tus datos. Dependen de tu atención. Tu mirada es su negocio. Cuanto más tiempo te posean, mejor. Y todo eso va tan rápido que ni lo percibimos. Y ahí estamos.

No tengo ninguna duda de que la tecnología está transformando y [de]construyendo la manera en la que nos relacionamos unos con otros, con lo que nos rodea, y también con Jesús. La tecnología no es mala, la cuestión es hacia dónde nos lleva. Qué nos aporta. Cómo la consumimos [o nos consume].

2. Sábado. Deseando que llegue y deseando que pase

Todo lo anterior tiene especial relevancia cuando lo unimos a la experiencia del Sábado. ¿Cómo lo estamos viviendo? ¿Qué fue de aquella delicia que Dios nos regaló “en el principio…” (Génesis 1-2)? ¿Has esperado [casi con ansia] el momento de la puesta de sol del Sábado para “poder hacer o ir a…”? Yo también. Y me abochorna mi actitud. ¿En qué se ha [o hemos] convertido el Sábado?

Ponte en situación:

Al lado un chaval jugando al Fortnite. Atrás una joven en la aplicación de Zara. Delante un adulto reenviando por Whatsapp un mensaje en cadena falso. A su derecha una mujer se levanta del banco porque, al parecer, le llaman del trabajo. Y delante del todo, el predicador, como puede, tratando de hacerle un hueco al mensaje bíblico de ese Sábado. La adoración tiene competencia. Pobre.

Y ahí estamos, desfalleciendo espiritualmente sin [querer] darnos cuenta.
Ya, ni Sábado ni Sábada. Ni Biblia ni Biblio. La Esperanza, medio frustrada. La Fe, casi no ve. El Amor, mucho de boquilla. Nuestra identidad, diluida.

Y ahí estamos, despistados, poseídos e idos. Y me duele tanto…

—Oye, ¿y a ti qué te importa? ¿Quién te crees que eres?

—Soy tu hermano. Y no quiero ser tu Caín. Sí, hermano, soy tu guardián y tú eres el mío (Génesis 4:9).

—Hombre, es que mira que usar una Comic Sans en el PowerPoint… ¿dónde están los fuegos artificiales? Es que la estructura… la cúpula que administra tiene la culpa. Es que esos que se creen santurrones son los que primero caen…

—Que sí, que sí, que todo eso necesita una vuelta. O setenta. Estamos de acuerdo. Pero dime, ¿dónde están hoy las Esther, los Daniel, los Pablo…? ¿Dónde están las que se enchufan antes a la oración que a Netflix? ¿Los que dedican un tiempo a la lectura bíblica antes que a la novela de moda? ¿Dónde están aquellos cuya atención y mirada busca a Jesús antes que al espejo? ¿Dónde estás? ¿A dónde nos hemos ido?

Me aterroriza la idea de estar viviendo una experiencia cristiana que aparente brillo y luz, pero por dentro sólo haya vapor y vacío. “Tienes fama de estar vivo”, dice Juan, “pero en realidad estás muerto” (Apocalipsis 3:1). No me interesa un formato religioso estático, o sólo estético. No quiero un cristianismo envasado. Ni actuar porque siempre se ha hecho así. Quiero estar sumido en Cristo, no consumido en las cosas. Sumergido en su Vida, en su Palabra, en su Reino; no enredado y perdiéndome el Proyecto de Dios para el séptimo día y todos los demás.

3. Actitudes. Consumidor/Productor/Discípulo

Tecnología y Sábado se unen en nuestra actitud hacia Dios y la iglesia. A lo largo de nuestra experiencia cristiana asumimos, en muchos casos de manera no intencional e incluso simultánea, alguno de estos roles. Nuestro corazón toma una actitud de…

…Consumidor

Porque acudo a la iglesia como consumidor, como si el espacio religioso fuese una especie de mercadillo del que selecciono lo que me apetece y desecho lo que no me gusta. No sólo eso, también exijo como usuario: “El cliente siempre tiene la razón. El cliente manda”. A la predicación le doy un 5 raspado. Aquí no me involucro porque estoy muy ocupado, pero cuando hay que hacer una review, valorar algo o participar de la tertulia sabática…

Como los fariseos, “queremos ver alguna señal milagrosa…” (Mateo 12:38). Pedimos, reclamamos y exigimos. Y cuando recibimos, no agradecemos. Como aquellos diez leprosos a quienes sanó Jesús: “tan sólo uno de ellos regresó alabando a Dios y se postró” a los pies de su Sanador (Lucas 17:11-19).

En definitiva, visito la iglesia para ver una señal que me satisfaga, un efecto que pueda consumir. Me centro en mí y en lo que puedo recibir, en vez de poner la mirada en el Maestro y en lo que puedo entregar.

En el polo opuesto, la siguiente actitud.

…Productor

Porque asisto a la iglesia únicamente como productor, como fabricante de actividades, charlas y opiniones. Aunque esta postura parezca más cercana al modelo bíblico, en su esencia está igual de alejada que la anterior.

¿Recuerdas a Jesús en casa de sus amigos María, Marta y Lázaro? “Marta, Marta; estás inquieta y preocupada por muchas cosas pero sólo una es necesaria” (Lucas 10:38-42). Esta actitud tiene el riesgo de perder de vista el Porqué de nuestras acciones, el Quién. Generar actividades de iglesia es maravilloso, ¡y menos mal que hay personas que entregan su tiempo para ello!; si eres una de ellas: ¡gracias por tu esfuerzo! Pero se convierte en una trampa si consumimos el Sábado saltando de una actividad a otra, “inquietos y preocupados”, en vez de, sencillamente, sentarnos a los pies de Jesús.

Me preocupa ver a hermanos/as que se echan a la espalda actividad tras actividad… y se queman. El cargo de iglesia se convierte en una carga. Ese Sábado consume en vez de restaurar.

En ocasiones, detrás de esta producción cristiana lo que hay es un capitalismo espiritual: “Señor, ¿cómo me está pasando esto a mí si yo voy todos los Sábados a la iglesia, si doy doble diezmo, si produzco buenas obras, si…?”. Y así corremos el riesgo de mercantilizar nuestra relación con Dios, de acudir a Él como si nos debiese algo, con el fin de conseguir una recompensa… Al Reino, se cree desde esta actitud, no se accede por la fe sino por las “obras producidas”, olvidándonos de que la gracia no se gana sino que se recibe.

En ocasiones estamos tan ocupados haciendo “buenas obras”, generando tantas actividades, que nos olvidamos de lo esencial: “Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Y como no tenían tiempo ni para comer, pues era tanta la gente que iba y venía, Jesús les dijo: —Venid conmigo vosotros solos, a un lugar tranquilo y descansad un poco” (Marcos 6:30-31). Me vienen a la mente tantas ocasiones en las que he caído en este error de ser como una máquina expendedora de actividades [generalmente de consumo religioso interno]. Esto, en definitiva, convierte a la iglesia en una industria del entretenimiento. Qué bien le hubiese venido a mi alma escuchar aquellas palabras de Jesús en esos momentos.

…Discípulo

Ni consumidor ni productor, la Biblia nos llama a que nuestra actitud sea de discípulo. De hermano.

Dice Jesús: “—Mi hermano, mi hermana, son los que hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo” (Mateo 12:50).

Al discípulo lo definen [al menos] tres características. En primer lugar, se niega a sí mismo y sigue a Jesús (Marcos 8:34). Segundo: ama (Juan 13:35). Finalmente, va y hace otros discípulos (Mateo 28:19). Esta es la misión.

A diferencia del consumidor, el discípulo no sólo consume sino que suma. No exige si no está comprometido. No forma parte de una industria sino de una comunidad que parte el pan y se une en oración (Hechos 2:42). Las relaciones son totalmente diferentes si las vivimos dentro de una lógica utilitarista [utilizo mis acciones para comprar el favor de Dios] o si se vive desde una lógica de abnegación, esto es, de entrega sin condiciones.

El discípulo obra motivado por su fe como una consecuencia [sobre]natural de su conexión íntima con Dios. Lucha contra sus propias actitudes consumistas y productoras, reconociendo que su victoria se encuentra a los pies de la Cruz. Ese es el lugar más alto al que podemos aspirar. Allí hay Poder.

4. Ya sale el sol. Aparece el arcoíris

Te propongo #AyunoDigital. A veces me veo a mi mismo, en el Sábado, con el móvil en la mano, navegando sin rumbo por la red. Cuánto necesito a un discípulo valiente que me rescate: “—¡Ey, súbete a la barca con Dios y evita la deriva!”. Pon el móvil en #ModoAvión, cómo si nos fuésemos volando con el Maestro, aunque sólo sea un rato el Sábado. Limita el impacto de la tecnología, las aplicaciones y todo aquello que consideres que te distrae de Jesús. Hay lugares a los que solo se puede llegar prestando atención a las direcciones del Camino.

Redescubre la delicia del Sábado. Nos estamos comiendo una bolsa de Cheetos en vez de disfrutar del banquete que Dios nos ha preparado. Nos llenamos el alma de comida basura y luego no tenemos apetito para el maná del cielo. Picoteamos de aquí y de allá en vez de sentarnos a la mesa con Jesús. Reposados. Con ganas de alimentarnos de sus Palabras. Dale un trocito de pan y un pescaíto para ver cómo, al pasar tiempo con él, transforma lo poco que tenemos en una gran fiesta.

Siéntate a la mesa con Jesús. Dios te regala 1.440 minutos cada día. Aunque estés en contacto con él más de una vez, resérvale en exclusiva al menos 15 minutos (¡te quedan 1425!). Tu experiencia del Sábado es directamente proporcional a cómo has vivido con Jesús durante la semana. ¿Una semana pobre espiritualmente? Entonces no esperes que tu Sábado sea espectacular. Si durante la semana no hablo con mi mujer, no la escucho, no paseamos, no nos besamos, no dedicamos tiempo y espacio a cuidar nuestra relación… ¿qué puedo esperar? Abandona el ruido de tus quehaceres y conéctate a la Fuente de alimentación verdadera. Tu vida va a cambiar. Lee la Biblia, fundamento de tu fe. Háblale en oración, echa sobre él todas tus necesidades y preocupaciones.

Estamos juntos en esto:

Si ves que soy un Consumidor Anónimo del Séptimo Día, por favor, avísame. Dame un codazo o una colleja. Aunque me incomodes, hazlo. No seas cómplice de mi enredo. Sé que todavía hay Esperanza. Recuérdame qué significa el Sábado. Recuérdame para qué estamos aquí. Recuérdame Quién dio su vida por mí. Aunque su cruz no tuviera luces de neón sé que le necesito. Ayúdame a mirarle en vez de rendirme a la pantalla. Soy tu hermano y a ti también te necesito. “En todo tiempo ama el amigo; para ayudar en la adversidad nació el hermano” (Proverbios 17:17). Quizás así, y sólo así, podamos convertirnos en adventistas de todos los días.

 

 

Artículo publicado en Aula7Activa nº 31, diciembre 2018.

[1] Véase https://www.elmundo.es/vida-sana/bienestar/2018/07/29/5b5b2e5d468aeb357f8b467b.html