Si el famoso hidalgo Don Quijote de la Mancha viese los molinos de viento actuales, ¿qué pensaría? ¿Seguiría viendo gigantes? ¡Seguro! ¡Solo que vestidos con otros ropajes!

A veces nuestros gigantes son tan irreales como los del noble caballero creado por Cervantes. Nuestra mente, nuestro corazón, nuestros prejuicios y nuestras obsesiones generan, como de la nada, preocupaciones, temores y enemigos inexistentes. ¡Qué bueno es tener a un Sancho a nuestro lado que nos acerque a la realidad y nos aleje de luchas ilusorias! ¡Quien tiene un amigo así, tiene un tesoro!

Otras veces esos gigantes son reales. Y tanto que lo son. Quizás no tienen la forma, altura y agresividad de Goliat, pero nos amenazan y acobardan, sea cual sea su naturaleza y fuerza (mental, emocional, física, espiritual…).

Ni Rocinante, ni lanza ni escudero (por mucha panza que este último tenga). La única manera de vencer es apropiarnos de la confianza que tenía el joven David; hacer nuestra la victoria de uno más grande que nosotros mismos; rendirnos y confiar plenamente en el nombre de Dios.

“Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor” (1 Samuel 17:45).

Identifica tus gigantes.

Piensa si son irreales o verdaderamente están ahí.

No trates de luchar con tus fuerzas y poder, acuérdate entonces del nombre del Señor.

Brother and Sister, feliz semana. Seguimos.

Gozo y Paz.