La pandemia ha disparado los discursos conspiranoicos, que se expanden ahora a la velocidad de la luz gracias, en parte, al uso indiscriminado que hacemos de las redes sociales. Hay teorías de la conspiración que pueden ser inofensivas, pero otras pueden conllevar resultados nocivos.
Nuestra iglesia no es ajena a esta realidad. Asistimos con genuina preocupación a la proliferación de la desinformación, al ruido de mensajes virales con ideas sensacionalistas, buscando el clic, el morbo, con títulos llamativos y exagerados, desvelando “documentos secretos”, sacando ideas e interpretaciones de contexto, sin contrastar la información y mezclando la verdad con la mentira. Esto también es pandemia. Esto también es parte de la confusión presentada en la profecía bíblica. Probablemente el virus de la COVID-19 acabe controlándose, pero “este otro virus” seguirá hasta que Cristo vuelva. Así lo dice la Biblia. Por ello, nos conviene permanecer atentos, formados y centrados en Jesús y su Palabra.
La teorización especulativa, la paranoia entorno a conspiraciones tanto dentro como fuera de la iglesia, necesita detenerse. Ésta no ayuda en absoluto a nuestro testimonio y aleja a la gente de la auténtica Verdad.
Las conspiraciones existen
Emperadores y reyes sufrieron confabulaciones en su contra desde las sombras de sus juegos de tronos.
La iglesia medieval secuestró la Palabra de Dios, tergiversándola y sometiendo conciencias desde el miedo y la ignorancia.
En nombre de la ciencia se han ejecutado fraudes y falseo de datos con conocimiento de causa.
Las grandes estructuras mediáticas, antes de la llegada de Internet, también han sido difusoras de bulos al servicio de conspiraciones políticas de alcances masivos.
La industria tabacalera ocultó durante décadas los efectos perjudiciales del tabaco e invirtió millones de dólares en estrategias de marketing para hacernos creer todo lo contrario. Esto ha sido definido por algunos como «la mayor conspiración civil de la historia»[1].
En 2015 salió a la luz el escándalo de las emisiones contaminantes de vehículos de algunas compañías del motor, demostrando la producción e instalación ilegal de un software en millones de coches diesel (el denominado “Dieselgate”).
Capitales, compañías y líderes tecnológicos diseñan hoy aplicaciones, algoritmos y dispositivos con el afán de capturar tu atención y mantenerte enredado, transformando tu adicción en beneficio económico y control.
Nada ni nadie se escapa. Incluso tú y yo, seguramente, hemos padecido (o incitado) la conspiración de varias personas que se han unido para hablar en nuestra contra y hacernos daño sin nuestro conocimiento.
Sí, las conspiraciones existen y lo seguirán haciendo. Nadie con un mínimo de honradez intelectual podría dudar de ello, pero es necesario distinguir las conspiraciones reales de las teorías conspiranoicas imaginarias. Mientras que las primeras pueden ser verificables y demostradas histórica y criminológicamente, castigadas por leyes penales y sentencias de tribunales, las segundas carecen de sustento racional y probatorio. Las teorías de la conspiración populares no son un ejercicio de fe, sino de escepticismo, irracionalidad, auto-confirmación y rechazo de las evidencias.
El éxito y el por qué de las teorías conspiranoicas
Las teorías de la conspiración son cautivantes y atractivas. Las hay de todos los gustos, colores y motivaciones. No todas son iguales ni todas son fruto de la paranoia de personas o instituciones “iluminadas”, pero conozcamos en términos generales su escenario, método, medio y resultado.
El escenario.
La atmósfera actual presenta varios factores contextuales que generan la tormenta perfecta para la proliferación de estas teorías: la incertidumbre, la situación de miedo o de ausencia de salidas, la falta de respuestas completas, la impotencia ante situaciones que escapan de nuestro control, la desconfianza generalizada, el descrédito de las instituciones, la gran polarización política, económica, religiosa y social…
El método.
Como afirma el sociólogo Alejandro Romero, profesor en la Universidad de Granada, «las teorías conspirativas nos ayudan a recobrar un cierto grado de control sobre un entorno que nos supera: por lo menos, sabemos quiénes son los culpables y, por tanto, los enemigos contra los que debemos luchar en cuanto se presente la ocasión»[2]. Es decir, estas teorías nos seducen porque actúan como un mecanismo de control para ayudar a afrontar escenarios de incertidumbre, como si recuperásemos “el mando de la tele” entre nuestras manos.
Estas teorías son «capaces de atraer a grandes grupos de seguidores en parte porque ofrecen una sola explicación sin rodeos para una infinidad de procesos complicados. Las guerras, las revoluciones, las crisis y las pandemias todo el tiempo sacuden nuestras vidas. No obstante, si creo en algún tipo de teoría de la Camarilla Mundial, disfruto la tranquilidad de sentir que entiendo todo»[3].
Además de este efecto placebo ante escenarios incontrolables, las teorías de la conspiración te hacen sentir especial porque te ofrecen la posibilidad de entrar a un círculo selecto: el grupo de personas que “entienden” lo que “realmente” ocurre.
Sentir que recuperamos cierto control y conocimiento son dos métodos que convierten al pensamiento conspiranoico en una tendencia que se propaga de manera efectiva y prolífica en nuestros días.
El medio.
A todo este escenario y método hay que sumarle el medio de las redes sociales, el cual provoca que dichas teorías se expandan a la velocidad de la luz y sean más accesibles para cualquier persona, en cualquier momento y lugar. De esta manera se llega incluso a ocupar espacios de poder y dominación en la cultura a los que hace unos años, de otra forma, sería impensable acceder. Los grandes medios ostentaban hasta hace poco tiempo el monopolio informativo, ahora con Internet nosotros también somos un medio, lo cual ofrece muchas ventajas, pero de la misma forma deberíamos auto-exigirnos responsabilidad, cordura y rigor a la hora de generar o compartir una información.
Consumimos buena parte de nuestro tiempo en las redes, lo que favorece la ingesta sin filtro de algunas informaciones, porque ante la falta de certezas, «estas teorías ofrecen estas respuestas fáciles de creer si no existe la suficiente motivación para analizarlas y contrastarlas»[4], dice la psicóloga Elena Morales de la Universidad de Huelva. Durante mucho tiempo creímos (con cierta ingenuidad) que las redes sociales y las nuevas tecnologías estaban equipadas para solucionar los grandes problemas de nuestras sociedades. Sin embargo, vemos un mundo que aunque está más conectado, también está más fragmentado, confundido y polarizado [5]. No se trata de demonizar a las redes o la tecnología, éstas son tan solo un medio, pero sí de ser críticos con el uso que hacemos de ellas y cómo nos afectan en nuestra vida personal y espiritual.
El resultado.
Hay teorías conspirativas que pueden ser inofensivas, pero otras que rayan la paranoia conspiranoica pueden conllevar resultados nocivos.
Por supuesto es saludable y necesario tener una actitud crítica e incluso escéptica hacia las versiones oficiales. Como cristianos nos toca ser contraculturales (Romanos 12:2), desconfiar “de los reinos de este mundo” (Juan 18:36) y ejercer nuestro legítimo derecho a formar un espíritu crítico de libertad de conciencia. Es más, la historia ha demostrado que los ejes de Poder (estructuras políticas, religiosas, mediáticas…) también son ejes de conspiraciones, y por tanto debe exigírseles máxima transparencia, sin censura o persecución de los discursos discrepantes. La mentira y la información falsa no posee un único dueño. No obstante, cuando las versiones oficiales son sustituidas simplemente por fuentes de información dudosas, sin base real, ni argumentos o evidencias sólidas, el resultado puede ser desastroso[6].
Las teorías de la conspiración no necesitan fundamento lógico ni orden, y eso las hace casi incontestables, difícilmente rebatibles desde la razón o el pensamiento sistemático. Es más arduo desmantelar un “castillo en el aire” que un castillo real. En el último al menos tienes herramientas físicas para hacerlo, en el otro no hay ni por dónde agarrarlo, y justamente eso hace que sea desesperante y frustrante tratar de rebatir las teorías conspiratorias.
El funcionamiento de las teorías de la conspiración
El ingrediente base.
Aunque no todas las teorías de la conspiración son iguales, el fundamento de la mayoría de ellas es el siguiente: bajo los acontecimientos que vemos hay una planificación y acción secreta de un grupo siniestro que controla todo. Como señala el historiador Yuval Noah Harari, «la identidad de este grupo puede cambiar […]. No obstante, la estructura básica sigue siendo la misma: el grupo controla casi todo lo que ocurre, y al mismo tiempo oculta ese control»[7].
Sin embargo, todas estas teorías de la conspiración cometen el mismo error: suponen que la historia es muy sencilla, que todo es controlable y predecible; simplifican hasta el extremo los eventos mundiales para encontrar un chivo expiatorio. Todo lo que acontece “es parte de la conspiración” y ya está. Por el contrario, la Biblia nos dice: «no llames conspiración a todo, como hacen ellos» (Isaías 8:12).
Lo cierto es que es increíblemente difícil predecir y controlar los asuntos naturales y humanos tal y como propone el pensamiento conspiranoico. Nuestra realidad atiende a muchos factores, y cada una de las esferas de la vida es altamente compleja, en numerosos casos desconocida, la comunicación puede ser malentendida, nos cuesta ponernos de acuerdo y un largo etcétera. En definitiva, un mundo complejo no tiene respuestas simples, y menos aún cuando, como cristianos, sabemos que vivimos en un conflicto entre el bien y el mal que, como seres humanos, nos supera.
El resto de ingredientes.
- Las teorías conspiranoicas no están respaldadas por la evidencia que resista el escrutinio.
- Son inconsistentes y contradictorias.
- Viven en la duda como trinchera, no como zona de tránsito.
- Sobreviven gracias al pensamiento hiper-escéptico y a la sospecha exagerada de toda la información que no encaja con su teoría, especialmente de aquella que provenga de instituciones u organizaciones oficiales.
- Por el contrario, sus seguidores otorgan un halo de autoridad a personas aisladas y concretas, portadores de conocimientos no desvelados por el gran público.
- Se tiende a valorar aquello que respalde su teoría y son inmunes e insensibles ante otras evidencias, datos o hechos demostrados.
- El sesgo de confirmación es constante, el cual nos hace seleccionar, favorecer y recordar más aquella información que confirma nuestras propias creencias. Este sesgo funciona en nuestra mente porque nos gusta creer y compartir noticias que encajan con nuestras ideas, aunque no sean ciertas.
- Siempre hay una intención negativa detrás de lo que ocurre, y la obsesión y la amargura suele ser su forma de expresión.
El consumidor.
Algunos estudios[8] señalan que hay personalidades más propensas a ser receptoras y reproductoras de este tipo de teorías, sin desestima de las mismas y reconociendo que todos podemos acoger algún tipo de pensamiento conspirativo en cualquier momento:
- Personas que presentan mayores niveles de ansiedad.
- Que tienen mayor sensación de falta de poder o estatus, impotencia o vulnerabilidad, y sienten una pérdida de control personal o en su círculo social.
- Que no dedican tiempo regular al pensamiento analítico y, sobre todo, auto-crítico. Prestan una atención superficial a las noticias, documentación o evidencias.
- Quienes son hiper-escépticos con las instituciones o no han estado en puestos de administración y gestión.
- La creencia en conspiraciones es más frecuente entre personas que se identifican con orientaciones políticas que no son mayoritarias en el momento actual.
La Biblia y las conspiraciones
Como ya se ha señalado, es necesario distinguir entre conspiraciones reales y teorías de la conspiración. Las conspiraciones reales existen, y son incluso previas a que el mundo fuese mundo.
La primera conspiración fue inspirada por Lucifer en el cielo, acusando a Dios de mentiroso e injusto (Isaías 14:12-14). Este engaño se introdujo en nuestro mundo (Génesis 3) y ha circulado durante miles de años hasta nosotros hoy. Este “conflicto cósmico”, que abarca cielos y tierra, es el resultado de una conspiración contra Dios y el ser humano, que busca nuestra destrucción y total perdición.
El Antiguo Testamento nos cuenta cómo patriarcas, profetas y reyes sufrieron y provocaron conspiraciones (2 Reyes 11:14; 12:20; 2 Samuel 15:20; Jeremías 11:9; Ezequiel 22:25…).
Jesús padeció las conspiraciones de los corruptos religiosos y gobernantes de su época hasta su muerte (Mateo 26:1; 28:12-15).
Apóstoles y nuevas congregaciones cristianas sufrieron conspiraciones de “presuntos hermanos”, iniquidad, fábulas y falsas teorías que pretendían hacerse pasar por evangelio (Hechos 20:3; 23:13; Efesios 4;14; 5:6; 1 Timoteo 4:1; 2 Timoteo 4:3,4; 2 Tesalonicenses 2:3, 4, 7; Tito 2; 2 Pedro 2:1; 1 Juan 2:18-19).
La profecía también apunta a que en el tiempo final surgirán nuevas conspiraciones reales en forma de alianzas humanas entre poderes religiosos apóstatas y políticos (Daniel 2:41-44; 3:4-7; Apocalipsis 13; 17:3, 13), confederaciones malignas que tratarán de imponer una adoración contraria a la que Dios demanda; pero también la Biblia indica que existirá un movimiento de resistencia (un remanente) que no se rendirá ante tan bestial confusión (Apocalipsis 12:17; 14:12).
Sí, los que creemos en la Biblia somos conscientes de la realidad de las conspiraciones. Éstas impregnan la historia de la humanidad, uniendo cielo y tierra en un conflicto donde el mal ejerce su poder de manera visible y también oculta. No podemos pecar de ingenuos, pero tampoco de especuladores acerca de verdades no reveladas.
¿Por qué todo esto es importante para un cristiano?
Porque la Biblia nos advierte de que en el tiempo del fin la mentira, lo aparente, el falso testimonio, los mensajes disfrazados, las teorías especulativas y el engaño será cada vez más común (Mateo 24). Es la primera advertencia que el propio Jesús nos revela sobre el tiempo del fin: «tened cuidado de que nadie os engañe» (24:4).
Porque la desinformación y la confusión son una conspiración real y actual, y son a su vez características del poder de Babilonia. El capítulo 17 de Apocalipsis describe a «Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra». Ésta es una representación de los sistemas religiosos apóstatas, la cual maneja los hilos de una adoración falsa e idólatra, que desafía al Dios verdadero usurpando su lugar, que personifica infidelidad y corrupción, que con sus enseñanzas no bíblicas emborracha a quien no huye de ella.
Bab-ilu [Babel o Babilonia] significa en el idioma babilónico “puerta de los dioses”; pero en hebreo suena como el verbo balal, que significa “confundir” (Génesis 11). La confusión es una de las características que definen a Babilonia. Sí, las fábulas conspiranoicas, sean seculares o religiosas, forman parte de lo predicho por la profecía bíblica y debemos permanecer atentos de no formar parte de ellas o caer en sus redes.
Babilonia está en todos lados. También es una mentalidad que se puede manifestar más allá de una institución religiosa o política concreta. Escapar de ella es rechazar todo un modo de pensar, ser crítico, no dejarse embriagar. Salir de Babilonia es una conversión total, que exige no quedarse parados en imaginaciones no inspiradas, embobados en relatos no revelados, sino que seamos un movimiento de la Verdad. ¿Dónde estás? ¿Está Babilonia en tu cabeza? Que no te confundan, y no te dejes confundir. Pon tu esperanza en Jesús, ancla firme y segura para el alma.
«El Señor me dio una firme advertencia de no pensar como todos los demás. Me dijo: No llames conspiración a todo, como hacen ellos, ni vivas aterrorizado de lo que a ellos les da miedo. Ten por santo en tu vida al Señor de los Ejércitos Celestiales; él es a quien debes temer. Él es quien te debería hacer temblar» (Isaías 8:12).
Ellen G. White y las conspiraciones
Los fundadores pioneros del adventismo no se involucraron en especulaciones extra-bíblicas. Se pueden contar con los dedos de las manos las veces que Ellen G. White cita en sus escritos la palabra “conspiración” o escribe sobre “confederaciones secretas”. Sí denuncia conspiraciones profetizadas por la Biblia[9], pero no perdió el tiempo hablando sobre el papa negro, los Illuminati, el comunismo, personalidades, fechas o los secretos del gobierno… Por el contrario, lejos de una paranoia sobre las conspiraciones, ella aconseja:
«Necesitamos mucho menos discusiones, y mucho más presentación de Cristo» (El Evangelismo, 130.1)
«Hay quienes siempre procuran entrar en controversias. Este es el resumen de su religión. Están llenos del deseo de presentar algo nuevo y extraño. Se ocupan de asuntos de mínima trascendencia y ejercitan en ellos sus talentos aguzados para la polémica. […] Los que permiten que su mente divague en la búsqueda de teorías baratas y sin importancia, necesitan ser convertidos…» (Mensajes Selectos 1, cap. 21).
«Los anuncios alarmantes son perjudiciales para el progreso de la obra» (El Evangelismo, 100.4).
«No tengáis un espíritu de controversia. Los discursos denunciatorios hacen muy poco bien. El método más seguro para destruir las falsas doctrinas consiste en predicar la verdad. Mantened una actitud positiva» (El Evangelismo, 224.2)
«La obra especial y engañosa de Satanás ha tenido por propósito provocar controversia, para que hubiera luchas acerca de palabras que no aprovechan. Él bien sabe que esto ocupará la mente y el tiempo. Despierta un espíritu combativo y mata el espíritu de convicción, en la mente de muchas personas, conduciéndolas a diversidad de opiniones, acusaciones y prejuicios que cierran la puerta de la verdad» (El Evangelismo, 117.3).
«Todos los ataques incisivos volverán contra nosotros con doble fuerza cuando el poder esté en las manos de los que puedan ejercerlo para nuestro perjuicio. Me fue presentado repetidamente el mensaje de que no hemos de decir ni una sola palabra, no hemos de publicar una sola frase, especialmente referente a personalidades, que incite a nuestros enemigos contra nosotros y despierte sus pasiones hasta el grado máximo» (El evangelismo, 418.4).
«Hemos de ser cuidadosos de no embestir, abrumar y condenar […]Al presentar el mensaje, no hagáis ataques personales a otras iglesias […] No sigan nuestros pastores sus propios impulsos denunciando y exponiendo el “ministerio de iniquidad”. Muchos están engañados. Hablad la verdad en tonos y palabras de amor. Sea Cristo Jesús exaltado» (El evangelismo, 419.1-3).
«Nuestra obra no consiste en atacar a los individuos o las instituciones. […] Nuestra obra consiste en preparar un pueblo que subsista en el gran día de Dios. […] No debemos desviarnos y entrar en cosas que estimulen la controversia, ni despertar antagonismo en los que no son de nuestra fe. Llegará el momento en que las expresiones incautas de un carácter denunciador, que hayan sido pronunciadas o escritas negligentemente por nuestros hermanos, serán usadas por nuestros enemigos para condenarnos. Las emplearán no sólo para condenar a los que hicieron las declaraciones, sino que las cargarán a toda la organización adventista. […] Por lo tanto, ejerzan cuidado nuestros hermanos y hablen cautelosamente en todo momento y en toda circunstancia. Sean todos cautos, no sea que por expresiones temerarias provoquen un tiempo de aflicción antes de la gran crisis que ha de probar las almas de los hombres. Debemos recordar que el mundo nos juzgará por lo que aparentamos ser» (Consejos para la Iglesia, 576.1-3).
Soluciones frente a las teorías de la conspiración
- Estudiar la Biblia por uno mismo y acudir diariamente a la fuente verdadera, segura e inagotable: Jesús.
- Pedir que el Espíritu Santo esté contigo.
- Pasar más tiempo con la Biblia y en oración que en las redes sociales o frente al televisor.
- La solución no es la creación de un tribunal de la inquisición sobre la información[10], sino alimentar el pensamiento analítico, crítico y auto-crítico.
- Buscar herramientas que te ayuden a saber distinguir entre las noticias verdaderas y los bulos, como las que ya te presentamos al final del artículo “¡Estoy harto de recibir noticias falsas!”[11].
- Reducir los niveles de ansiedad.
- Interesarte por lo que piensan otros, conversar con personas que opinan diferente.
- Contrastar la información y sus fuentes, profundizar en lo que se lee. Compartir solo aquello de lo que se tenga información precisa y contrastada.
- Respetar la libertad de conciencia y la toma de decisiones personales, incluso cuando están en el extremo de tu pensamiento. Todos tenemos derecho a pensar distinto y a expresarlo con respeto.
La «divina conspiración»
Por encima de las teorías conspirativas, Dios ha provisto una “divina conspiración”. Padre, Hijo y Espíritu Santo idearon y pusieron en práctica “el plan de salvación”, un proyecto de rescate por cada ser humano consistente en la mayor muestra de amor del universo: Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros, entregando su vida hasta la muerte y resucitando para que tú y yo tengamos vida eterna.
Los propósitos de esta conspiración son puros, santos y buenos. En ella no hay condenación, ni oscuridad, ni miedo. Y pronto, con la segunda venida de Cristo, esta divina conspiración será culminada.
No pierdas tiempo en promover supuestas teorías humanas, ¡exalta la divina conspiración que trae la salvación al mundo: el Evangelio! Ese es tu llamado.
No te dejes asustar por confabulaciones secretas y descansa en la conspiración del amor de Dios.
Gozo y Paz.
Si todavía no has leído ¡Estoy harto de recibir noticias falsas!, te invito a que lo hagas. En el próximo artículo analizaremos las diferencias entre la profecía bíblica y las teorías conspiranoicas, no te lo pierdas.
Autor: Samuel Gil Soldevilla, doctor en Ciencias de la Comunicación y graduado en Teología, director de HopeMedia.es, La Voz de la Esperanza, y director de Comunicaciones de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Referencias:
[1] Véase La Vanguardia: https://www.lavanguardia.com/lacontra/20160620/402625388011/la-mayor-conspiracion-civil-de-la-historia-es-el-tabaco.html; documento de la OMS: https://www.paho.org/hq/dmdocuments/2012/NTD-brochure-spa.PDF y El País: https://elpais.com/diario/2004/09/21/sociedad/1095717603_850215.html
[2] El Independiente: https://www.elindependiente.com/vida-sana/salud/2020/06/20/por-que-nos-atraen-las-teorias-de-la-conspiracion/
[3] New York Times: https://www.nytimes.com/es/2020/11/22/espanol/opinion/teorias-conspiracion.html
[4] El Independiente: https://www.elindependiente.com/vida-sana/salud/2020/06/20/por-que-nos-atraen-las-teorias-de-la-conspiracion/
[5] https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2020-12-09/redes-sociales-stories-sociedad-cambios-jovenes_2858391/
[6] The Guardian: https://www.theguardian.com/us-news/2020/dec/27/nashville-blast-investigators-examine-5g-paranoia y BBC: https://www.bbc.com/mundo/55570755
[7] New York Times: https://www.nytimes.com/es/2020/11/22/espanol/opinion/teorias-conspiracion.html
[8] Guía para las Teorías de la Conspiración: https://www.climatechangecommunication.org/wp-content/uploads/2020/06/ConspiracyTheoryHandbook_Spanish.pdf
[9] El Conflicto de los Siglos, cap. 36: https://m.egwwritings.org/es/book/1710.2585
[10] Véase la Orden Ministerial PCM/1030/2020: https://www.boe.es/eli/es/o/2020/10/30/pcm1030 y un agudo comentario de LaExcepción al respecto: http://laexcepcion.com/asuntos/espana/gobiernodesinformacion.htm
[11] Revista Adventista España: https://revista.adventista.es/estoy-harto-de-recibir-noticias-falsas/