Como cristianos, el estudio de la profecía bíblica debe ser una constante en nuestra vida espiritual. Si bien la palabra profética abarca mucho más que enunciados sobre eventos futuros, también revela parte de lo que sucede en el tiempo del fin y nos prepara para los eventos venideros.

Es fácil perderse en los detalles de la apocalíptica olvidándonos de Aquel que le da significado. No obstante, la apocalíptica, bien entendida, también es evangelio: «es la revelación de Jesucristo» y contiene una bienaventuranza «sobre el que lee y dichosos los que escuchan, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca» (Apocalipsis 1:1, 3).

¿La Biblia contiene teorías conspiranoicas sobre el fin del mundo? ¿Considerar las profecías bíblicas es lo mismo que creer en especulaciones conspirativas?

Existen numerosas diferencias entre la “profecía bíblica” y las denominadas “teorías de la conspiración”. Mezclar ambos conceptos, mimetizarlos o igualarlos es ignorar su naturaleza, desarrollo y propósito. Veamos algunas de sus más notables distinciones:

1. Las teorías de la conspiración son contrarias a la propuesta bíblica y a cómo interpretar la profecía junto a la historia.

La Biblia nos anima a considerar las profecías y su estudio (Isaías 8:20; 1 Tesalonicenses 5:19-20; Hebreos 1:1-2; 2 Pedro 1:19-21; Apocalipsis 1:1-3), pero se distancia de la especulación del pensamiento conspiranoico (Isaías 8:12; Mateo 24:4, 11, 24; Efesios 4:29-32; 1 Timoteo 1:4; 1 Tesalonicenses 5:21; Tito 3:2, 9).

Una de las principales características de dichas teorías es su falta de evidencias o hechos realmente probados. A diferencia de las fabulaciones, la profecía bíblica está basada en eventos históricos. La iglesia adventista interpreta la profecía desde el método historicista. Esta perspectiva asume que la historia humana y la profecía bíblica caminan de la mano y no por separado; es decir, estudia las profecías relacionándolas con los hechos históricos, desde el tiempo en que la profecía fue dada hasta el fin de los tiempos. Este sistema de interpretación profética es el más antiguo, tanto en la tradición judía como en la cristiana.

La profecía no es simplemente una serie de predicciones que Dios inspiró de modo fortuito a lo largo de la Biblia. La estructura y el fundamento de la profecía son firmes y deben ser entendidas en su contexto y desde la perspectiva de toda la Escritura.

Aunque hay una parte de la profecía bíblica predictiva que todavía no se ha cumplido, la mayor parte sí lo ha hecho ya. Hay decenas y decenas de profecías cumplidas, lo cual nos sirve como base firme y segura para diferenciar las conspiraciones reales bíblicas de las teorías conspiranoicas imaginarias, carentes de dicha fiabilidad histórica.

2. Las teorías de la conspiración se alimentan de conjeturas humanas y secretismos, pero la profecía bíblica está inspirada por Dios y es observable.

Sospecha, desconfianza, documentos secretos, élites malignas, poderes ocultos, conocimiento desvelado por un gurú… Mientras que las teorías de la conspiración destacan por lo misterioso y encubierto, la profecía bíblica está disponible y abierta a todos (2 Pedro 1:20-21; Apocalipsis 1:1-3).

Jesús nunca les dijo a sus seguidores que se preocuparan por los eventos “secretos” o intrigas políticas. Jesús dijo: «Estad alerta, manteneos despiertos y orad…» (Mateo 24:42; 25:13; 26:41); «cuando veáis todas estas cosas, sabed que el tiempo está cerca, a las puertas» (Mateo 24:33). Todos los eventos y señales que Jesús señaló tienen una naturaleza observable, o cuanto menos deducible, y por tanto no había que adivinar ni especular sobre ellos. No debemos preocuparnos por la rumorología (Mateo 24:6).

La diferencia principal entre “observar las señales de los tiempos” y “teorizar la conspiración” es que uno se enfoca en verdades bíblicas claras mientras que el otro especula con respecto a esas verdades.

Jesús expresa así el propósito principal de las profecías: «os he dicho esto ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis» (Juan 13:19; 14:29; 16:4-28). Esto es, no para hacer biblia-ficción. Ni lanzar acusaciones. Ni señalar y juzgar personalidades. La profecía, por el contrario, muestra el amor de Dios (1 Corintios 13:2); su objetivo es la edificación, dar ánimo y consuelo (1 Corintios 14:3), así como alumbrar (no quemar). El principal propósito de la profecía es consolidarnos en la fe cuando el cumplimiento de los acontecimientos tiene lugar.

3. Las teorías de la conspiración son obsesivas, prolijas y morbosas, mientras que la profecía bíblica ofrece un marco de comprensión de nuestra historia y lo porvenir que no es necesario sobrepasar o ficcionar.

Hay una gran diferencia entre hablar sobre lo que dice la Biblia en cuanto al fin de los tiempos e ir más allá de la Biblia en temas en los que no se sumerge. Hay personas para las que la información bíblica no les parece suficiente y quieren sobrepasar el “escrito está” bajo una obsesión por el detalle de cómo pueden ocurrir los eventos finales. Estos debates carecen de propósito y son una pérdida de tiempo que «solo conduce a especulaciones sin sentido alguno, que no ayudan a que la gente lleve una vida de fe en Dios» (1 Timoteo 1:4).

El propósito de la profecía bíblica no es la especulación, sino la confirmación de nuestra fe. Nueva luz puede ser recibida siempre y cuando esté acorde con la Palabra (Isaías 8:20; Mateo 24:11, 24; Hechos 2:17; Corintios 14:1). Pero cuando se busca información extra-bíblica de indagaciones “ocultas”, mezclando la Biblia con interpretaciones sobre personas o fechas, ya no se está estudiando la profecía sino especulando sesgadamente.

4. Las teorías de la conspiración nos distraen de la misión, de Jesús y de su Palabra.

De esta manera obstaculizan nuestro crecimiento espiritual; nos distraen de nuestra relación con Jesús y al mismo tiempo nos hacen sentir como si estuviéramos más cerca de lo espiritual. Estas teorías ofrecen una seguridad falsa, respuestas anestésicas no basadas en la realidad contrastable. Esto provoca una sensación de saciedad espiritual que está lejos de ser saludable, inspirada y bíblica (es como alimentarse a base de tortitas de arroz hinchado en vez de alimentos completos; te sentirás saciado pero sin los nutrientes necesarios y equilibrados).

El pensamiento conspiranoico nos impide vivir los aspectos escatológicos realmente importantes de la enseñanza bíblica (Mateo 23:23), convirtiéndose en piedra de tropiezo para la identificación y advertencia de las conspiraciones que sí son reales. Esto provoca una vivencia y comunicación de la fe desenfocada sobre lo que está por acontecer. Nuestra fuerza se pierde en la especulación en vez de ser invertida en la misión.

Las teorías de la conspiración se enfocan en lo que no es esencial, malgastando la oportunidad presente de cumplir con lo que «de ti espera el Señor: practicar la justicia, amar la misericordia y caminar humildemente con tu Dios» (Miqueas 6:8).

La mayoría de los cristianos que ocupan su tiempo en teorías especulativas, ya sean seculares o religiosas, no están invirtiendo su tiempo en el trabajo real de la iglesia hoy: la gran comisión (Mateo 28:19-20) y la predicación del evangelio a todo el mundo (Mateo 24:14).

5. Las teorías de la conspiración producen ansiedad, desconfianza y confusión.

Aunque a corto plazo las teorías de la conspiración ofrezcan soluciones fáciles a problemas complejos, dejándonos con un efecto placebo, lo que producen a largo plazo es miedo constante. Quienes se centran en las teorías de la conspiración se vuelven tan desconfiados que casi todo se convierte en una conspiración y amenaza. Detrás de cada titular periodístico, suceso político o acontecimiento natural ven la mano de una conspiración perversa.

«El Señor me dio una firme advertencia de no pensar como todos los demás. Me dijo: No llames conspiración a todo, como hacen ellos, ni vivas aterrorizado de lo que a ellos les da miedo. Ten por santo en tu vida al Señor de los Ejércitos Celestiales; él es a quien debes temer. Él es quien te debería hacer temblar» (Isaías 8:12).

Este hiper-escepticismo y sospecha exagerada de toda información que no encaja con su teoría reduce la existencia a un engaño. Todo es mentira. Siempre hay una intención oculta y maligna detrás de cada cosa que ocurre.

Si la posmodernidad trajo consigo una desconfianza hacia las instituciones, el relativismo (todo depende) y el subjetivismo absoluto como forma de interpretar la realidad, las teorías conspiranoicas rematan al concepto de “verdad” como algo que ya no existe (fuera de su propia teoría) ni se puede encontrar (a no ser que recurras a su conocimiento).

La verdad y lo verdadero pierden su valor. Las emociones y creencias personales están por encima de los hechos objetivos. Todo lo que encaje con mi propia creencia es creíble, aunque no sea cierto (sesgo de confirmación). Noticias falsas. Posverdad. Bulos. Deepfakes. Manipulación, propaganda y falsificación. No puedes confiar en nada ni en nadie. Esto es, finalmente, la destrucción de la verdad.

El pensamiento conspiranoico tiene el orgullo en el centro y continuamente exalta las fuerzas de la oscuridad. Estas teorías están obsesionadas con el rumor, lo desconocido, lo no revelado, la maquinación, el conocimiento propio, la controversia, el señalamiento personal…

Por el contrario, la profecía bíblica tiene a Cristo en el centro y eleva constantemente al Salvador resucitado. Ante la pregunta “posmoderna” de Poncio Pilato: «¿Qué es la verdad?» (Juan 18:38), la Biblia responde: Jesús es la Verdad (Juan 18:37-38; 17:17; 14:6; 8:31-32, 45; 1:1, 14, 17). Él proyecta luz sobre las sombras y esperanza sobre las penas. La invitación bíblica nos anima a derribar «especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo» (2 Corintios 10:5). El filtro es Jesús, no los sesgos de mi yo.

6. Las teorías de la conspiración dañan nuestro carácter, mientras que la Biblia lo edifica.

Cautivantes y atractivas, estas teorías generan un sentimiento que te hace sentir especial. Aunque la mayoría de personas no somos expertas en temas como ciencia, medicina, tecnología, geopolítica, etcétera, los teóricos de la conspiración parece que saben de todas estas ramas del conocimiento con una claridad pasmosa e inmediata.

Por otro lado, el pensamiento conspiranoico implica una autopercepción de ser simultáneamente una víctima (alguien tiene un plan contra mí) y un héroe (lo voy a desenmascarar y salvar a otros del gran engaño). Dichas teorías son atractivas porque el adherente cree que sabe algo, reemplazando la duda honesta con la falsa certeza, y promoviendo la presunción y la justicia propia. Sin embargo, como dijo Pablo, «mientras que el conocimiento nos hace sentir importantes, es el amor lo que fortalece a la iglesia» (1 Corintios 8:1).

El texto bíblico, por el contrario, quiere formar un carácter alegre (Juan 15:11), de vida en abundancia (Juan 10:10), de valentía y dominio propio (2 Timoteo 1:7), que niega al yo y exalta a Cristo (Mateo 16:24; Gálatas 2:20), en el que afloren los frutos del Espíritu (Gálatas 5:22-23).

7. Las teorías de la conspiración perjudican nuestro testimonio.

La teorización de la conspiración arruina nuestra credibilidad y testimonio entre las personas. Las teorías conspiranoicas no están respaldadas por la evidencia que resista el escrutinio; son inconsistentes y contradictorias. La prudencia no es su virtud, sino la denuncia apresurada, la ofuscación por ser el primero en advertir del gran mal del 5G, Bill Gates, las farmacéuticas (como si no hubiese habido pandemias antes de que éstas existieran), los chips (o las chips)…

En muchos casos, estas teorías mezclan la política con la religión (entre otros asuntos) y hacen que se defina al cristianismo, no por el amor, sino por la ideología o tendencia política manifestada.

Por el contrario, la profecía bíblica, presentada con tacto, rigor y exaltando a Jesús como clímax esperanzador de nuestro mundo, es un baluarte seguro para la proclamación evangélica. Sin decir lo que la Biblia no dice. Sin añadir ni quitar nada a la Palabra. No por nuestro poder, sino por el Espíritu, se nos usará como testimonio poderoso (Zacarías 4:6).

Desde la esperanza

Cuando el morbo sustituye al equilibrio. Cuando “el subidón del fin del mundo” reemplaza a la predicación de esperanza… Entonces nuestro “aparente éxito” es en realidad “el fracaso del evangelio”. ¡Que Dios nos perdone!

Querido lector, querida lectora: hay otra forma de hablar de profecía bíblica. Hay otra manera de predicar sin embestir ni señalar. Sí, creo que hay otra forma de ser y compartir iglesia.

Una iglesia que sigue llamando a las cosas por su nombre sin necesidad de recurrir a lo extravagante, a la mentira, a la falsa conspiración. La verdad puede (y debe) ser dicha en tonos y palabras de amor.

Una iglesia que sigue reconociendo su llamado profético, como movimiento de resistencia, como remanente, con la valentía de llamar al arrepentimiento del pecado y a la salvación en Cristo.

Una iglesia que no predica con angustia sobre las señales del tiempo del fin, sino que exalta a Jesús, Aquel que viene a nuestro encuentro por fin.

Una iglesia que permanece enraizada en el mensaje de Apocalipsis 14: la adoración al Dios creador y la confianza de que su juicio es justo y verdadero; ser brújula en medio de la confusión de Babilonia, no ser participantes de su tragedia; y el abandono de los falsos sistemas religiosos y seculares fallidos para mantenerse fiel a Jesús, en obediencia, por amor, a sus mandamientos.

Si tú también estás harto del sensacionalismo y del discurso caliente, cansado del estilo alarmista y dañino, frustrado por la polarización y el morbo… quiero que sepas que no estás solo. Hay otra forma de hacer iglesia juntos, dependiendo únicamente del Espíritu Santo.

Vivamos nuestro llamado profético desde la esperanza. ¡No puede haber mejor conspiración que participar del plan de Dios!

Gozo y Paz.

Si todavía no has leído ¡Estoy harto de recibir noticias falsas!, o el anterior artículo «Los cristianos y las teorías conspiranoicas», te invito a que lo hagas para tener una visión más completa de este complejo asunto.

Autor: Samuel Gil Soldevilla, doctor en Ciencias de la Comunicación y graduado en Teología, director de HopeMedia.es, La Voz de la Esperanza, y director de Comunicaciones de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.