Desde hace mes y medio he perdido el sentido del gusto… Cuando ingiero un alimento o bebida, percibo (más o menos) su sabor en el primer segundo; pero después se desvanece, se apaga. Mi paladar se ha vuelto incapaz de discernir los sabores; incluso llega un punto en el que se me quitan las ganas de seguir zampando. ¡Hasta la sal me parece insípida! Y, qué quieres que te diga, con lo que a mí me gusta comer y saborear la comida… ¡estoy fastidiao!

Dijo Jesús que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Y me pregunto, 
¿a qué te sabe la palabra de Dios? 
¿Qué sabor provoca en tu paladar? 
¿Has perdido el gusto por Su palabra? 
He de reconocer que, aunque es la primera vez que pierdo el sentido del gusto por el alimento físico, he vivido muchos periodos de mi vida en los que el alimento espiritual me resultaba desaborido, insulso y aburrido. Hasta el punto de que 
ya 
no 
te apetece 
comer 
más.

Desde luego que hay porciones de la Biblia que son amargas, secas y difíciles de tragar desde nuestra mentalidad superhiperposmoderna (o lo que sea) del siglo XXI. Pero hay una mayor parte de raciones con tanto significado. Tanto color. Sentido. Vida. Esperanza. Poder… A pesar de los siglos, su aroma no ha caducado. Tienen un sabor perenne. Lo sé. Lo he visto en otros. Lo vivo hoy.

Dice el profeta Jeremías: “Al encontrarme con tus palabras, yo las devoraba; ellas eran mi gozo y la alegría de mi corazón” (15:16). Entonces,
¿qué hacemos para recuperar el sentido del gusto?
¿Cómo conseguimos que la Palabra active nuestros receptores vitales? 
La realidad es que 
los alimentos mantienen su sabor, el que ha perdido la capacidad de apreciarlo soy yo. El problema no está en la Palabra, está en mi sentido del gusto que se ha atrofiado.

Dos ideas:
1_ Un primer paso es “volver a encontrarse con las palabras” de Dios. Quizás, en una de esas ocasiones que perdimos el sentido del gusto, ya no hemos vuelto a sentarnos en la mesa a disfrutar de una buena cena con Quien está llamando a la puerta (Apocalipsis 3:20). Hoy es un buen día para probar de nuevo y reiniciar la conversación con el Autor de las palabras. 
2_ Nuestro contexto nos envía constantemente alimentos, mensajes y palabras precocinadas, refinadas, adictivas, industriales, edulcoradas y ultraprocesadas. Fíjate cómo son las cosas que hoy en día la comida sana y real ha perdido su sabor en comparación a otros alimentos fabricados. Esto crea una confusión en nuestro sistema y está machacando nuestros receptores gustativos. Si consumimos ese tipo de comida con frecuencia, es difícil que consigamos recuperar nuestro paladar original. Por eso, 
aparta de tu boca tanta hiperestimulación artificial. 
Busca más paz, menos ruido. 
Elige alimentos que sean verdaderamente nutritivos en tu vida. 
Rehabilita tu paladar, aunque lleve tiempo y exija tomar decisiones. El esfuerzo merecerá la pena.

Brother and Sister, ojalá recupere pronto mi sentido del gusto. Pero sobretodo, ojalá podamos decir junto al salmista: “¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca. De tus mandamientos he adquirido inteligencia; por tanto, he aborrecido todo camino de mentira” (Salmos 119:103-104).

Gozo y Paz 😉