Hoy, -13 grados.
Esta tarde-noche una chica, que iba junto con otros amigos/as, ha subido al tren vistiendo una bufanda tan enorme que más bien parecía una manta. Normal, con el frío que hacía…
Lo raro era que llevaba un pantalón pitillo de estos que “están de moda” y que te dejan toda la pantorrilla al aire; sí, de los que se “deben” combinar con unas zapatillas sin calcetines (o con calcetines que llegan a la altura de la planta del pie) para que el conjunto quede “mono”. La elección del atuendo, en un día tan “fresco” como hoy, resultaba chocante. Como escoger un paraguas con agujeros en un día de lluvia o como abrir la puerta para que no se escape el gato…
Por otro lado, supongo que cumplir con ciertos estilos y gustos colectivos genera cierto calor interior y de aceptación social que va más allá del grado de congelación de la parte del cuerpo que quede expuesta al frío invernal. Da igual lo absurdo que sea.
Entiéndeme, no me interesa el caso concreto de esta chica y sus motivaciones sino la reflexión general y personal que me ha generado. Tres cosas:
1. ¿Estaré siguiendo alguna “moda” que, sin querer queriendo, me deje la pantorrilla (¡o el trasero!) al aire?
2. ¿Hay en mi vida “modas” irracionales que el tiempo ha convertido en costumbres que me parecen racionales?
3. ¿Dónde asiento el valor de mis decisiones, en las corrientes cambiantes del colectivo o en el sentido y la dirección que aportan a mi vida y a la de los que me rodean?
3. No siempre los gustos colectivos coinciden con las motivaciones correctas. El fundamento en la Roca siempre es mejor que en la arena.
2. Piensa, sé crítico con tus costumbres y escoge en conciencia.
1. Revisa tus “modas”, no vaya a ser que no sólo se nos congelen las pantorrillas sino las neuronas.